lunes, 16 de marzo de 2009

CANCIONES: SEMILLAS DEL VERBO


Compuse esta canción a fin de dar expresión a la visión ideológica sobre la conquista de América que tiene la institución católica dentro de la cual se enmarca Takillakkta. Esta visión, si bien admite que la historia de la evangelización de América Latina estuvo tejida de luces y sombras, resalta a tal punto las luces que omite mencionar o describir ninguna de las sombras de esa historia. Los españoles que llegaron al Nuevo Continente son vistos generalmente como los heroicos y valientes portadores del Evangelio, y los indígenas como aquellos que, guardando las "semillas del Verbo", vivían en un mundo de tinieblas y ansiaban en el fondo ser evangelizados y abrazar la fe cristiana.

No comparto ahora el sentimiento triunfalista que inspiró esta canción, ni la concepción estereotipada sobre los pueblos indígenas que hay en ella, a los cuales se les canta: "rompe los muros del odio y la maldad, / abre caminos de amor y libertad", como si el odio y la maldad hubieran estado enquistados exclusivamente en ellos y no tanto en aquellos que vinieron a conquistarlos. Se dice de ellos que son "hombres de bronce llenor de valor, / indios que anhelan la liberación / de los demonios de un pasado ignoto, / de las cadenas que tendió el temor". Más adelante se dice que "la luz de Dios que se ha hecho hombre / rasga la oscuridad de nuestro cielo". En fin, muchas de las notas negativas se ponen sobre los indígenas, mientras que los españoles, "hombres de acero en plan de conquistar", son los portadores de la verdad y de la Buena Nueva que trae la salvación a las tierras americanas. Se glorifica también el "nuevo linaje" que nace en la América conquistada, la "América de faz mestiza".

La glorificación del mestizaje se erige, pues, como un componente puramente ideológico, pues América Latina es multicultural y multirracial, siendo la figura del mestizo tal como se refleja en la canción un producto especulativo del pensamiento, un ideal que no se da de esa manera en la realidad concreta de carne y hueso. ¿Es realmente necesario que haya un nuevo linaje, que parece ser mejor que el anterior?

Que hubo fusiones étnicas en la América de la conquista es innegable: a través de amoríos eventuales, encuentros sexuales ocasionales, violaciones, concubinato, rara vez a través de un matrimonio, siendo en la mayoría de los casos la cópula de un varón blanco con una mujer indígena lo que llevó a la procreación de hijos mestizos.

Actualmente no comparto esta visión triunfalista, que idealiza símbolos y protagonistas, pero olvida o relega al silencio la manera concreta en que se dieron las fusiones de sangre, razas y culturas, así como tampoco comparto los idearios contrarios que presentan al mundo indígena con características utópicas. La historia de la evangelización de América Latina es un entramado de acontecimientos, donde se da un encuentro de pueblos y culturas, con actores que son hombres, nada más que hombres, ni mejores ni peores unos y otros, simplemente humanos.

No creo que para exaltar la fe cristiana sea necesario presentar de manera negativa a nadie, ni siquiera a los que andan en el error, ni glorificar retóricamente a los que se adhieren a la Iglesia. Hay fidelidades que encierran múltiples traiciones a lo humano y a la propia conciencia, y a veces nada es lo que parece. Basta con hurgar un poco debajo de la superficie para encontrarse con sorpresas.

Aún así, no obstante todas las sombras, la mayoría de los habitantes oriundos de América Latina se plegaron al catolicismo. La historia de los pueblos americanos y de la Iglesia presente en ella sigue estando marcada por luces y sombras, así como lo estuvo también la historia del catolicismo español. Dios escribe derecho con letras torcidas. Lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo hasta el fin del mundo, pues lo humano siempre será humano, con toda su grandeza y sus marcadas carencias, aunque siempre provisto de una dignidad inherente a su condición.

Creo que el respeto hacia todo ser humano –sin considerar su procedencia étnica, su género, su religión, sus ideas, sus opciones éticas– es el punto de partida de una auténtica evangelización, que exprese auténticamente el misterio de la presencia de Dios hecho hombre a través de un testimonio de vida, que no estará libre de máculas y caídas, pero que permitirá, como un cristal, traslucir la luz de un misterio que es más grande que el hombre mismo.

La propaganda proselitista, en cambio, es sólo la caricatura de ese testimonio de vida, pues no refleja lo auténtico, sino una perspectiva manipulada de lo que debería ser la vida.

Vista desde la distancia del tiempo, esta canción me parece responder a estereotipos étnicos y culturales –tanto de lo hispánico como de lo indígena–, además de estar cargada de versos grandilocuentes que se asemejan en su forma a himnos políticos de ideologías como el fascismo y el comunismo:

Desde los siglos de oye un gran clamor...

Llegan también armados con verdad...

En las montañas se oye un gran fragor,
sobre la sierra apunta un resplandor...

...hierve en tu sangre gloriosa...


Considero ahora que la letra en su conjunto de esta canción carece de sustancia, unido a una música pobre en matices, que sólo busca transmitir una perspectiva religiosa institucional, una actitud militante y combativa, aunque no en el mejor sentido de la palabra. Se trata, pues de una canción comprometida, pero no con el hombre concreto que sufre ni con el pueblo, sino con una ideología elitista y poco respetuosa de lo indígena, que yo por ese entonces compartía.

Sea como sea, debo reconocer que fui yo mismo el que compuso esta canción, de la cual reniego actualmente, pero cuya letra transcribo a continuación en honor a la verdad histórica:


SEMILLAS DEL VERBO

Desde los siglos se oye un gran clamor
de una América en busca de Dios,
llevas oculta en ti una Presencia,
son las semillas de Dios en tu esencia.

Hombres de bronce llenos de valor,
indios que anhelan la liberación
de los demonios de un pasado ignoto
de las cadenas que tendió el temor.

Tierras de América brotan
semillas de salvación.
Desde una tierra remota
te llega a ti el Salvador.
Rompe los muros del odio y la maldad,
abre caminos de amor y libertad.


Barcos hispanos llegan por la mar,
hombres de acero en plan de conquistar
este suelo fecundo de misterios,
señalado por el Dios esperado.

Llegan también armados con verdad
hombres dispuestos a evangelizar:
los misioneros enviados por Cristo
que harán crecer las semillas de Dios.

Tierras de América brotan
semillas de salvación.
Desde una tierra remota
te llega a ti el Salvador.
Rompe los muros del odio y la maldad,
abre caminos de amor y libertad.


En las montañas se oye un gran fragor,
sobre la sierra apunta un resplandor;
la luz de Dios que se ha hecho hombre
rasga la oscuridad de nuestro cielo.

Nuevo linaje que nace al calor
de la Madre de nuestro Salvador,
nace la América de faz mestiza
con el alma marcada por la Cruz.

Tierras de América brotan
semillas de salvación.
Desde una tierra remota
te llega a ti el Salvador.
Rompe los muros del odio y la maldad,
abre caminos de amor y libertad.


Alma mestiza de América,
hombres con un corazón,
hierve en tu sangre gloriosa
un ideal de evangelización.

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