
Mi intención fue componer una canción donde el sufrimiento y la muerte se vieran provistos de sentido gracias a la esperanza cristiana. A su vez, tenía que ser una canción de imágenes crudas y de lamentaciones dolientes, que impactara sensiblemente a los que la oyeran. La inspiración me vino de un hermoso poema de Céar Vallejo, incluido en su libro España, aparta de mí este cáliz (1937) y que transcribo a continuación:
MASA (César Vallejo)
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tánto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
En mi canción, el cadáver inocente del campesino asesinado no se levanta, pero lo haría si se tratara de abrazar con un amor lleno de perdón a su asesino. A la vez, su muerte se convierte en promesa de nueva vida, que se hará realidad con la resurrección futura. Todo ello es dicho con expresiones crudas a las cuales subyace una vívida inspiración cristiana, aunque sin mencionar verbalmente de manera explícita contenidos cristianos. En esa época ya estaba componiendo canciones de acuerdo a los principios de la Nueva Gesta: crear canciones de inspiración cristiana pero sin menciones explícitas a los contenidos doctrinales de la fe.
La interpretación de Takillakkta es decente, aunque no llega a alcanzar las cotas de expresividad deseadas. La zampoña termina su parte con un par de notas de las cuales se debió haber prescindido. La voz recita los versos muy tibiamente, de modo muy uniforme y marcado, cuando se debió haber optado por un tono quejumbroso, lloroso, doliente. La parte final no contrasta suficientemente con el resto de la canción. Le falta al final a la canción el sentido festivo que debe coronar, a manera de contraste, la lamentación dolida del cadáver.
A continuación, incluyo la letra original de la canción [¡Ojo con la transcripción que aparece en la cubierta del CD de Takillakkta! La puntuación no siempre es correcta y hay un par de errores en la letra misma]:
CADAVER AYACUCHANO
Hay fantasmas del olvido
en mi pueblo ayacuchano;
perros de muerte han mordido
los corazones serranos,
y la sangre derramada
riega los surcos que han recogido
años de sudor campesino,
cuerpos destrozados que ya no comerán
frutos de su suelo andino.
Y derrumbaron nuestro destino
los que llegaron por los caminos
empuñando la muerte con el fusil.
¿Acaso trajeron la justicia
los mensajeros de la violencia
que hundieron garras en nuestro porvenir?
Ojos que no se han cerrado
miran de cara a la tierra;
el cadáver ha llorado
con una pena que encierra
preguntas desoladoras:
"¿Qué culpa tienen los niños
para morir a manos de hombres armados?
Si hablan de igualdad y justicia,
¿por qué nos han asesinado?"
¡Hombre del sendero equivocado,
date cuenta de que has destilado
amarga hiel de odio en tu corazón!
"Si pudiera levantar cabeza
—pensó el cadáver en su tristeza—
¡te abrazaría hermano con mi perdón!"
Campesino, dolor fructificado
hay en la muerte que se abrió en tu costado;
tu esperanza no ha sido decapitada,
brotará de tu cuerpo caído renovada,
y esos brazos tuyos que al campo han roturado
cosecharán frutos más allá de este lado,
y en la eternidad el amor resucitado
besará tus heridas de muerto mutilado.

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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarRealmente inspiradora, una canción cargada del profundo drama que miles de peruanos vivieron. Aunque habría que decir que no solo murieron por el accionar terrorista sino también por los excesos de las fuerzas armadas.
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